Existe la creencia popular de que el boxeo es, virtualmente, practicado por salvajes que gustan de golpearse y lastimarse por diversión o por dinero. Sin embargo, esta es una idea totalmente errónea que desprestigia de forma muy importante a este magnífico deporte. El boxeo promueve siempre una sana competencia, siempre en un ambiente controlado, con una serie de reglas pensadas para salvaguardar la integridad física y mental de quienes lo practican, además de contar con un réferi, quien también tiene la labor de garantizar que se cumplan estas reglas y que, en caso de ser necesario, debe parar una pelea cuando las condiciones son injustas, cuando un boxeador no puede continuar o simplemente para evitar que un boxeador sea lastimado más de la cuenta.
A un boxeador se le enseña desde temprano que sólo es boxeador cuando sube a un cuadrilátero, jamás cuando está abajo del mismo, así que no puede ni debe buscar pleito por ningún motivo. Además, dado que el boxeo es un deporte que requiere de mucho tiempo de entrenamiento al día, mucha dedicación y disciplina tanto física como mental, así como una dieta sumamente estricta y saludable, evita a toda costa que los boxeadores se acerquen al humo del tabaco, al alcohol y a las drogas, a las calles y a la vagancia, ya que este deporte es muy celoso y no tolera malas compañías. Por definición, la educación física requiere de todos los aspectos antes mencionados para ser considerada como tal, por lo que el boxeo fácilmente puede ser utilizado para fomentar la educación física.
Fomentar la educación física en los jóvenes garantiza un desarrollo integral de sus capacidades tanto físicas como de procesos mentales, ayudando considerablemente al proceso de aprendizaje, del control de emociones, así como del desarrollo de las funciones motrices. Así, el boxeo ayuda a tener una mente en paz, mucho más apta para recibir conocimiento.
