La invasión de nuestra sociedad por medios de transporte como coche, tren avión, y el uso masivo de estos, ha anulado casi por completo el doble valor que supone para el ser humano desplazarse caminando: La prisa que se ha adueñado de prácticamente toda nuestra vida, y la comodidad que conlleva viajar de un lugar a otro sin esfuerzo físico aparente, han hecho el resto.
Algo tan cotidiano para personas de edad avanzada, que tenían que desplazarse caminando varios kilómetros hasta el lugar de trabajo y hacer la correspondiente ruta de retorno después de realizar un trabajo generalmente físico aportando al organismo la actividad física necesaria para mantenerse en buen estado, se ha convertido para nosotros en algo excepcional e inexistente en nuestra vida cotidiana.
El avance que ha experimentado nuestra sociedad, ha reducido ostensiblemente la penosidad de los trabajos, pero como suele suceder en casi todas las transformaciones, lejos de instalarse en el término medio conservando las bondades de ese ejercicio físico, por la propia estructura de nuestras ciudades y actividades, propicia los efectos indeseables del sedentarismo, obesidad, problemas vasculares, etc.
Caminando en busca de soluciones
La realidad se impone, y la necesidad de nuestro organismo de realizar ejercicio físico se traduce en el exponencial aumento de actividades tendentes a lograr un buen estado físico, gimnasios, academias de baile, disciplinas orientales múltiples… y entre ellas, aquellas en las que el ejercicio básico es mover nuestras piernas, caminatas, senderismo, etc. que además de ejercicio físico, nos proporcionan un contacto sensorial relajado con el entorno por el que caminamos y apelando a D. Antonio Machado “… , se hace camino al andar”. Caminar es bueno para la salud.
Foto de: Arely Damian