Mi Primer Día de Clase como Profesor de Educación Física

Todos tenemos un primer día, incluso un primer día como profesores de educación física, nos lo hemos imaginado muchos días, pero nunca sabemos que puede pasar.

Aquí os dejo la historia de Eduardo Muñoz (Sportaqus), actual profesor de educación física, y muy bueno.

«Tenía yo veintitres añazos y muchas ganas de comerme el mundo (educativamente hablando) y poner en práctica todo lo que durante seis años había aprendido, o eso creía yo, en la Escuela de Magisterio y en la Facultad de Ciencias del Deporte. Mi primera duda ante ese gran día fue de lo más prosaica y me la iba a resolver mi madre: ¿cómo ir vestido el primer día?. Yo ya había decidido el color del chandal que pensaba (iluso de mí) iba a ponerme, hasta que mi progenitora se imaginó repetidamente y en voz alta mi presentación ante el jefe de la empresa (director del IES) con «semejante pinta» y me convenció, quizás sea mejor decir coaccionó, a ponerme «algo más decente».

Con mucho tacto y con riesgo a perder su cariño (y lo que ello supone en la calidad y cantidad del plato del día) únicamente pude conseguir que me «dejara» acudir a mi recien adquirido puesto laboral en zapatos, vaqueros y camisa. Todo un logro teniendo en cuenta que el punto de partida de la negociación era el traje, sólo tenía uno, de las bodas. Tampoco me importó demasiado ya que en mi imaginario individual suponía que el primer día me explicarían en qué consistiría mi trabajo (grupos, programación, etc) y me darían una vuelta por el centro, dejando mi primer contacto con el alumnado para días posteriores.

Craso error. Mi presentación ante el director del instituto, tras firmar mi contrato en la delegación de educación, fue más breve que la sección cultural de una revista del corazón. Tras una mirada inquisitorial por encima de unas gafas (¿pero este pipiolo imberbe será capaz de domar a las fieras de tercero?) y un rápido apretón de manos me encuentro cinco minutos después de acceder al centro en la sala de profesores hablando ya con mi compañero de departamento. No se pudo extender demasiado en el minuto y medio que tenía antes de comenzar su siguiente clase y me llevó con mi primer grupo de la mañana (para que luego digan que los profesores no trabajamos) explicándome por el camino a qué cerradura correspondía cada una de las mil llaves de un llavero del Carrefour (¡¡Pero si no conocía el bar del instituto cómo iba a conocer sus cerraduras!!).

La primera clase de las cinco que aún me quedaban, los martes eran mi «día duro», traté de llenarla con juegos divertidísimos para mí y «un coñazo» según mis alumnos (¡¡aquí me gustaría verte Rousseau!!). En un claro ejemplo de supervivencia docente traté de compensar mis carencias (hasta que no me puse delante del «toro» no pensaba que fueran tantas) con implicación y participación en los juegos que propuse. Teniendo en cuenta que era una calurosa mañana de octubre, que ese día «no me tocaba pabellón» y que mi vestimenta no era la más adecuada, el resultado al final de la mañana era lamentable. A saber, sobaqueras modelo Macho Camacho en una camisa manchada por un pelotazo, zapatos desabrochados, despeinado y machacado tras cinco horas de «ser ejemplo» de todas las actividades que proponía.

Al sonar el timbre redentor que ponía fin a la mañana me intenté arrastrar hasta la sala de profesores. Y digo intenté por que os aseguro que no lo conseguí ni a la primera ni a la segunda. Cuando estaba subiendo unas escaleras para acceder a la primera planta una de las limpiadoras me espetó: ¡¡Esta escalera es sólo para profesores y los alumnos lo sabéis perfectamente!! Baja ahora mismo y ve por las otras. Tras comprender la causa me dispuse a sacarla del error, pero me fue imposible ante la cortante, y cada vez más elevada, voz de la mujer: ¡¡Ni es que ni es qua, abajo he dicho y punto!!. Tras semejante día no tuve energía ni argumentos (¡¡tantos estudios para dar unas clases tan desastrosas!!) para rebatir a la bienintencionada mujer, pero una conserje que no conocía pero que me había visto hablando con el director alzó la voz confirmando mi condición, lo que se tradujo en una inmediata disculpa de la «guardiana de la escalera» que no elevó mi estado de ánimo.

Casualmente llegué a mi destino y una amable compañera se presentó y nos pusimos a hablar. Conversando con ella, poco a poco, volví a ser yo mismo, a demostrar optimismo por la función docente y por mi propia capacidad para impartir la asignatura. Tras unos minutos hablando con ella volvía a sentirme vivo, animado. Mientras otros compañeros que se fueron incorporando le expliqué (¡¡cómo podía saberlo con mis pintas!!) que era el nuevo de EF. En un momento de la conversación, ella me dijo que era la proferora de FOL (así como suena) y yo, intentando aplicar la doctrina que me habían inculcado en la facultad de buscar caminos hacia la interdisciplinariedad me lancé a proponerle trabajar juntos en las unidades didácticas de expresión corporal (bailecitos y esas cosas). Todos se rieron menos yo. No era FOLK, era FOL (Formación y Orientación Laboral). Mi autoestima volvía a estar por los suelos, vaya cateto pedagógico estaba hecho.

Tras entretenerme unos minutos leyendo unos papeles quedé sólo en la sala y recogiendo la poca autoestima que me quedaba me dispuse a salir con mi mochila a las costillas camino del autobús, consciente de que ya había sobrepasado mi cuota de «collejas» por ese día. Pero me equivocaba. Antes de atravesar el dintel de la puerta, Rosa, profesora de lengua Castellana, me recriminó que estuviera allí: ¡¡La sala de profesores está prohibida a los alumnos!!. Hablaré de tí a la Jefa de Estudios. No respondí,… no tenía ganas.»

10 COMENTARIOS

  1. Si es dificil la verdad los primeros dias a mi me paso igual muy cansado con dolor de garganta y quemado del sol depues de un dia duro de clases de ef

  2. Eso estuvo graciosisimo !! Me gusto un monton , me ha dado animo para ir mañana al cole ( el primer día ) me he reído mucho. Extraña experiencia jajajajaja

  3. jajajajaja ola como estan son muchos comentarios para yo colocarme a leer todos esos lo unico que le digo es que como profesora soy una sicologa

  4. ¿Paparruchas? El que ha dicho eso no tiene ni idea de lo que es ser profesor, sobre todo de lo que es ser un buen profesor. Es muy complicado ser empático con el tema si no lo has vivido personalmente, pero al menos os podíais esforzar en poneros en el lugar del otro. Ser un buen profesor no consiste en soltar el rollo y pirarse, requiere mucha dedicación y experiencia. Para empezar, trabajas con personas que deben ser atendidas de manera respetuosa y cordial (aunque en algunos momentos a ti no se te respete tanto), tienes que tener autoridad y a la vez ser comprensivo. Eso cuando estás empezando es muy difícil de lograr, sobre todo porque eres un manojo de nervios frente a 40 personas que están esperando a que les digas algo y aquí en España a los licenciados no se nos enseña a ser pedagógos, psicólogos u oradores. Es un problemón lo que tenemos con el sistema educativo español y con la precarización de la escuela pública.

  5. Bah, paparruchas. Demasiado bien viven los profesores. Esta historia se queda corta con las de verdadero terror que se viven todos los días en la empresa privada.

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