Miguel Najdorf fue un deportista con unas condiciones excepcionales, sin embargo, destacó en un deporte que a veces no es considerado como tal por el común de las personas, sino como un juego de habilidad mental o inteligencia. Mijail Botvinnik, un campeón del mundo soviético de los años 40 y 60 del siglo pasado, proclamó cuatro características para el ajedrecista que en adelante serían valoradas por aficionados de todo el mundo que quisieran optar a profesionales. Éstas son: Carácter, Trabajo, Talento y Salud. Esta última la entendía como buena predisposición física ante las agotadoras jornadas de entrenamientos previos a torneos de importancia, o de cara a las propias partidas. Durante éstas, sobre todo en los eventos de alto nivel, se queman energías de una manera que no pueden imaginarse los espectadores que presencian, en la tele o en la Red, cómo los ajedrecistas permanecen sentados durante horas. Pensando. Pero en este caso, pensar puede resultar aplastante y requerir no sólo un entrenamiento mental, sino físico. Un duro y regular entrenamiento físico sin el cual no se podría soportar la presión de la competición. Hay muchos casos de deportistas del ajedrez que demostraron unas condiciones físicas y mentales espectaculares. Pero el caso de Miguel Najdorf resulta milagroso.
El Gran Maestro Internacional argentino Najdorf, nacido en Polonia en 1910 y fallecido en España en 1997, protagonizó un caso que bien podría parecer una leyenda urbana si no fuera porque hubo testigos y tanto la Red como las hemerotecas están llenas de documentos que lo atestiguan.
Miguel Najdorf no fue de esos niños que empiezan a jugar al ajedrez cuando apenas saben hablar. De hecho, se introdujo en el mundo del ajedrez cuando era adolescente, una edad normalmente tardía para los grandes campeones. Fue en el año 1936 cuando participó en sus primeras Olimpiadas de ajedrez, celebradas en aquella ocasión en Alemania. Miguel Najdorf obtuvo la medalla de oro representando a Polonia.
Tras muchos avatares y después de nacionalizarse argentino, el deportista Miguel Najdorf realizó la hazaña de su vida. No ganó en este caso ningún campeonato del mundo ni ninguna olimpiada. Su fulgurante éxito le vino de una exhibición que demostró con periodistas de por medio, testigos imparciales y todas las garantías que asegurasen que su récord pasaría a la historia como auténtico.
Las partidas a ciegas consisten en enfrentamientos para expertos en los que uno o los dos contendientes no tienen acceso visual al tablero ni a las piezas, en ningún momento de la partida. Las partidas simultáneas son duelos entre un ajedrecista y un grupo de ellos, llevando cada uno su partida independiente. Raro es ver ejemplos que combinen las dos modalidades.
Miguel Najdorf estableció un récord en 1947 que no se ha superado hasta hoy. Jugó 45 partidas a ciegas contra 83 participantes (algunos se agotaron antes de acabar). La exhibición duró casi un día entero, y el gran deportista Miguel Najdorf obtuvo la victoria en casi la totalidad de las partidas jugadas.