Los hooligans británicos no son los únicos, pero sí los más famosos. Su origen es casi desconocido, aunque se cree que empezaron a florecer cuando nació el fútbol, y ya a finales del siglo XIX aparecían con ese nombre en los archivos policiales. Hooligan es un apellido irlandés que luego, según teorías, fue también el nombre de una banda juvenil de la zona sur londinense.
En Hooligans, película de 2005, Elijah Wood representa a un joven que acaba metido, sin quererlo, en el hostil ambiente hooligan de los barrios obreros londinenses. A través de sus vivencias y de su relación con uno de esos hooligans, asistiremos a algunos aspectos del particular mundo de la violencia en el deporte; de la violencia sistemática en el deporte. Por ejemplo, veremos cómo algunos niños son introducidos en ese mundo desde su más tierna infancia. Y por sus padres. La película cuenta un hecho cierto: hay padres que llevan a sus hijos no sólo a los partidos de fútbol, sino también a las peleas multitudinarias que se forman con frecuencia y regularidad antes o después de las citas deportivas.
Efectivamente, el deporte, y especialmente el fútbol, han sido asociados a actos violentos desde sus inicios. En la Europa del siglo XVIII, los deportes de equipo servían a los bandos de jóvenes para medirse. Normalmente se dirimían cuestiones entre poblaciones y barrios, llegando las cosas, con mucha frecuencia, a terrenos que nada tenían que ver con lo deportivo. Como ahora.
La violencia en el deporte puede darse fuera de los estadios o dentro de ellos, siendo este último caso el más peligroso. Dejando de lado las consecuencias trágicas que todos conocemos, y que si hay que recordar es solamente para evitar que vuelvan a repetirse, las motivaciones de la violencia en el deporte pueden deberse a múltiples factores. Entre ellos, familiar, como hemos dicho, pero también ambiental y educacional. Los ultras de los equipos suelen ser tener necesidad de ser amparados por un clan, un grupo en el que se sentirán desinhibidos y hasta queridos. En su inseguridad personal, encontrarán un conjunto de individuos en el que podrán dar rienda suelta a esa violencia que les distinguirá del resto de mortales. Además, los ultras violentos no suelen tener una gran autoestima. Como vemos, una educación de calidad y una buena autoestima es la mejor combinación para evitar acabar tirando naranjas a los árbitros, o hacer cosas mucho peores.