Aprender a DECIR NO cuando TU CUERPO NO PUEDE

Aprender a decir no cuando tu cuerpo no puede, es una de las mayores virtudes que cualquier deportista pueda tener y más cuando de cuidar su salud física y mental se trata.

Ante todo supongamos dos colores: el amarillo para la palabra sí, y el negro para la palabra no.

Muchas personas piensan que la vida solo se basa en esos dos matices, pero lo cierto es que nunca será del todo claro o del todo oscuro, pues de ser así todos estaríamos en el éxito absoluto o en la perdición total. De esta forma lo primero que debemos abandonar, es la uniformidad, la creencia de una vida absolutista donde solo haya dos respuestas, pero para ello debemos comprender el concepto y las implicaciones del no.

Aprender a DECIR NO cuando TU CUERPO NO PUEDE
Aprender a DECIR NO cuando TU CUERPO NO PUEDE

¿Qué significa decir no?

Por mucho tiempo hemos visto el monosílabo como un asunto fastidioso que no quisiera que nos sucediera y más cuando somos deportistas de mediano o alto rendimiento, ¿Por qué?: creemos un personaje ahora mismo llamado Juan, futbolista profesional cuya carrera se encuentra en el mejor momento y que ha comenzado a sentir cierta molestia en sus piernas.

Juan asiste todos los días a un riguroso entrenamiento físico en el cual hay “cazatalentos” de un club deportivo de renombre en el país, pero siente que su cuerpo no podrá producir al máximo y de obligarlo se verá seriamente afectado en cada una de sus capacidades. ¿Cuál será la mejor decisión entonces?, ¿decirle “si” a todo lo que su entrenador mande?, o por el contrario, ¿decir “no” y perder la oportunidad de partir directo a sus sueños?

Es allí donde nos encontramos de frente con la siguiente pregunta:

¿Qué implicaciones tendría decir sí o no, cuando el cuerpo no puede?

Primeramente evaluemos las demandas del sí en el caso hipotético de que nuestro personaje Juan lo dijera.

Al decir SÍ se estaría arriesgando a sufrir una lesión muscular, un desgaste articular, o una presión ósea anormal que desencadene alguna contusión o incluso una fractura, en el mejor de los casos, solo un dolor agudo que incitaría a una estancia de reposo de un par de semanas, pero pensaríamos que no es tan grave si vamos directo al club que Juan ha soñado.

Ahora bien, supongamos que ha dicho definitivamente que sí a todo lo que su entrenador le mandaba enmascarando su dolor en un sobreesfuerzo físico y el “cazatalentos” ha encontrado en él alguien que puede servir y lo lleva con él. Juan comienza a pagar la factura de ese sobreesfuerzo con dolores punzantes e hinchazón que es visible en el momento de las pruebas médicas para ingresar a la segunda división del club y desisten de contratarlo, ¿valió la pena?

En el caso de que Juan hubiera dicho que NO a varios entrenamientos con un esfuerzo que bien sabía que su cuerpo no soportaría, lo más seguro es que el “cazatalentos” se fuera, (debemos ser realistas), aunque pudo haber sucedido que Juan le comentase su situación, los logros antes del dolor que sentía y el rendimiento respaldado por las palabras de su entrenador, quizás se hubiera logrado una espera, y sobre todo la preservación de las capacidades físicas como deportista y el mantenimiento (ayudado con reposo), de sus cualidades motoras.

En la cotidianidad: Sabemos que el ejemplo fue un poco extremo y poco aplicable a nuestra cotidianidad, pero el caso de Juan podría aplicarse a aquella chica que comienza sus entrenamientos en tenis y cuyos músculos se resienten solo en la segunda clase, quizás ella por querer demostrar mayor habilidad no sepa decir la palabra que la salvaría de una lesión.

¿Cuándo decir no?

Un deportista debe saber los momentos en que su cuerpo siente que no podrá dar todo de sí, es una mezcla de sentido común y amor propio que piensa en lo que podría pasar si se accede a un sobreesfuerzo. Se trata de obviar buenas oportunidades con tal de mantener la salud física y mental, la percepción de estado físico estable y el cuidado del trabajo que se ha hecho en tiempos pasados.

Un buen deportista debe saber que una lesión puede ocasionar una lesión temporal cuya recuperación mínima está en 2 semanas de reposo, mientras que otras más graves pueden dejar incapacitado hasta 5 meses.

Decir no en todo caso es suponer que es preferible reposar unas cuantas horas, consultar con un profesional y seguir un tratamiento, que tener que estar sujeto a los maleficios de una lesión.

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