A la hora de decidirnos sobre si practicar o no algún deporte, debemos recordar que el ejercicio no solo nos ayuda a adelgazar, sino que también es un elemento fundamental para preservar la salud. Las motivaciones para estar en forma pueden ser diversas: mejorar la calidad de vida, calzarse un traje de baño en el verano, verse más esbelto y estilizado.
En ocasiones, la falta de estado físico supone un impedimento para enseñar la figura, ya que muchas personas temen a lo que puedan decir los demás. De este modo, estar en forma deja de ser un mero capricho estético y se convierte también en una forma de elevar la autoestima.
Es importante que al comenzar a ejercitarte, tengas presente que cuanto más duro trabajes, más difícil será que te rindas. Tu cuerpo está dirigido por tu mente, y eres tú quien tiene en sus manos la llave para la propia felicidad. Por supuesto que el camino será arduo, pero los logros valdrán el esfuerzo, y podrás ver pequeños avances a lo largo de cortos períodos de tiempo.
No te dejes vencer por las excusas y la comodidad del sillón de tu casa, planifica una rutina de ejercicios con un profesional (o incluso con ese amigo deportista al que tanto admiras) y en cómo mantenerla a largo plazo. Nadie te apura. Tómate tu tiempo para conocer tu cuerpo y ver qué necesita, cálzate ropa cómoda y holgada y empieza a moverte.
Para no desistir al comienzo, establece una meta alcanzable: dos o tres veces de ejercicio por semana es un buen ritmo. No pretendas dar vuelta tu vida de un día para el otro porque te frustrarás. Piensa en el ejercicio como una forma de vida sana y saludable, no lo hagas solamente para adelgazar (ello vendrá solo como consecuencia).
Si tienes en claro tu objetivo, lo comunicas a tus familiares y amigos, eres firme en tu propósito y comienzas de a poco, lograrás grandes cambios en tu vida. Y lo principal: te habrás superado a ti mismo.
